jueves, 26 de septiembre de 2013

Y así llegó...

Tras mucho tiempo de incertidumbre y de dejar vacíos algunos recuerdos, se tiene la esperanza de retomar la vida, unas vacaciones del alma. Tras años de monotonía y suspiros pasajeros, se logra conocer poco de tal bagaje existencial. Pueden sonar como las tonterías de un loco, pero al estar inmerso en un mundo de soledad, donde la multitud hace más agobiante el sentido de estar solo, se puede caer en un dilema moral.
Pretextos, juicios sin sentidos, roces pasajeros, la lujuria del momento… todo es parte de la vida de un pequeño individuo (como yo), que donde el azar lo pude llevar al limbo de lo cotidiano. Despertar, comer, vestirse, ir a la universidad, pensar en las sutilezas de la naturaleza… todo se convierte en un camino sin sentido. Las metas comienzan a oscurecerse, están tan lejanas como las estrellas cuando se miran, sin querer, por la ventana. La lejanía del cosmos me hace recordar aquel agujero que tenía en el pecho que, frente a la luz del día, ocultaba con sin mucho éxito.
Aún no he descubierto que se pueda tener una vida en el vaivén de las olas. Solitario, tranquilo, tan aburrido como el viejo y el mar. Todo me ha llevado a la conclusión de que, una vida así de tediosa, llega a estropear los más bellos momentos. ¿Quién dice que la vida no puede cambiar sin previo aviso?, antes creía que amar a una persona era simplemente aceptarla por lo que era y sentir mariposas en el estómago. Pero tras conocer la universidad, vi lo equivocada que estaba… en cada etapa de la vida se pueden probar cosas diferentes, con personas que te hacen cambiar repentinamente. Como quien rompe el paradigma de la palabra “amor”, aquel que logra llenar mi agujero en el corazón.
Pero tras años de dejar la escritura a un lado, puedo notar el óxido en mis palabras. En este momento no sé cómo describir lo que siento por él.

De nuevo caigo en un dilema. Tal vez en la mañana lo pueda solucionar, con un vaso del tinto que tanto odio.

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